Pèlerinages

Cualquier oración, hecha con devoción y amor a María, puede ser considerada como una práctica de esta devoción. Los fieles tienen una gran libertad para volverse hacia su Madre Celestial que escuchará cualquier voz que le hable filialmente. Son muchísimas las oraciones a la Santísima Virgen que han brotado de la piedad de los fieles a lo largo de los siglos, y que la Iglesia ha fomentado de diversas maneras. El rosario o rosario es un ejemplo singular. Siempre ha sido alentado por los papas. En Fátima, la Virgen María nos animó a una práctica particular, más especialmente adaptada a nuestro tiempo: la devoción a los cinco primeros sábados del mes. Consta de las siguientes obras:

1) Una confesión reparatoria dentro de los ocho días antes o después de la Comunión;
2) La comunión reparadora del primer sábado;
3) El rezo del rosario;
4) Meditación de los misterios del Rosario en compañía de la Virgen durante quince minutos.

Esta reparación se refiere a cinco pecados cometidos contra el Inmaculado Corazón de María:

1) Las blasfemias cometidas contra su Inmaculada Concepción;
2) Los cometidos contra su Virginidad perpetua;
3) Los cometidos contra su Maternidad divina;
4) Los que siembran la indiferencia, el desprecio o el odio hacia María en el corazón de los niños;
5) Los que insultan a María en sus imágenes.

La situación actual muestra cuánto esta práctica pedida por Nuestra Señora corresponde a las necesidades de la Iglesia y del mundo.
El rezo del rosario es un estímulo para la oración asidua, que nos enseña el Santo Evangelio y nos recuerdan constantemente los pastores. Pero ante necesidades cada vez más apremiantes, y ante nuestra falta de asistencia, la Virgen María nos recordó varias veces este deber, como en Pontmain por ejemplo: “¡Pero orad, hijos míos! »
Pedir esta práctica cinco sábados seguidos nos anima a la virtud, repitiendo los actos que nos permitirán adquirirla y conservarla a lo largo de nuestra vida. Porque un alma que se comunica con frecuencia -y que, por supuesto, está en condiciones de hacerlo- está en camino de salvación según Santo Tomás de Aquino.
Finalmente, la meditación de los misterios del Rosario nos quiere penetrar cada vez más en la intimidad de Jesucristo nuestro Salvador y su Madre, es decir, en la intimidad de sus Corazones unidos. O decir las cosas con las palabras de San Juan Eudes: en el Corazón de Jesús y de María. A esto debe conducirnos la devoción al Inmaculado Corazón de María, y esto es lo que puede acelerar la venida del Reino de Cristo, a través del Reino del Corazón de María, que debe comenzar en cada uno de nosotros. A JESÚS POR MEDIO DE MARÍA.